
Si, tengo que admitirlo, algo quedó en esa parte de mi vida, cuando el orgullo envilecido ya, pisoteabas. mi dolor, causa de lo ocurrido, lograba postrarme de rodillas, y mis manos sobre el piso, en mi alcoba, a puertas cerradas. ni siquiera percibí la presencia de mi madre, que me levantaba sobre su peso, ¡ cuanta aflicción ! ¡maldita sea ! no tenía derecho de hacerla miserable con mi pesar. imagina mi sentir, doblemente perturbado, mas , lloré sobre su pecho y nuestras lágrimas amargas cual hiel, se conjugaban, su cuerpo tibio me acogía, sus manos en caricias sutiles se posaban en mi cabeza y mi faz, no asimilaba en mi locura sus palabras de aliento, sólo escuchaba murmullos de esperanzas coaguladas. ¡me sabía que estaba sola, mas no en soledad!. mientras lograbas arrancar a jirones cada parte de mi alma, descargando tu vileza sobre mi amenazado sufrir, no podía afrontar mi pérdida,aún quería afianzarme en mi aplanada desdicha...